[FF Harry Potter] El pasado siempre vuelve [One-shot]

Lunes, 24 de Diciembre del año 1979.


· Hora del almuerzo. Cardiff, Gales.

Con un suspiro, sacudió sus rizos rubios al tiempo que bajaba a comer. Superado su sobrepeso, no le hacían especial ilusión las comidas como aquella, pues siempre sobraba y él odiaba no poder comérsela.

Su padre y su madrastra ya estaban esperándole en la mesa cuando llegó; se disculpó por su retraso y el hombre asintió complacido. Él sabía por qué era: había tenido problemas aceptando a la nueva mujer de su padre, pero las diferencias se habían ido resolviendo poco a poco a lo largo del tiempo. Un gesto así habría sido impensable apenas el año pasado. A pesar de todo, existía aún un fondo de rechazo hacia ella que dudaba que desapareciera algún día. Cuando decidía que una persona no era de fiar, era imposible quitarle esa idea de la cabeza.

La comida se desarrollaba con normalidad, sin muchas referencias al ambiente festivo excepto por la evidente abundancia que se había servido. No pudo evitar negar con la cabeza para sí mismo con algo de desaprobación; no entendía el objetivo de tirar tanta comida.

—¿Qué tal en el equipo de quidditch? —ella hizo la pregunta para tratar de crear conversación.

—Me va bien... Entrenamos mucho pero me gusta —respondió él—. Me gusta trabajar duro.

—Seguro que este año ganáis. Los aros de Ravenclaw están a salvo contigo —rió su padre. El chico le dedicó una sonrisa.

—Pero te has quedado muy delgado con tanto ejercicio...

—Estoy bien, de verdad.

De vez en cuando, la mujer ejercía lo que creía que era su papel de madre y hacía comentarios como aquél. Él no sabía cómo tomárselos.

—¿No has conocido a ninguna chica ahora que estás tan guapo? —la mujer sonrió al tiempo que alzaba las cejas, pero el chico se dio cuenta de que su padre había captado lo desafortunado de su comentario. «¿Antes no era guapo?», pensó. Pero le daba igual en realidad.

—Sólo tengo amigas —se encogió de hombros. Se rió solo un momento, divertido ante el recuerdo de algo que había tenido lugar poco antes de las vacaciones—. Precisamente conocí a una tras el último partido de quidditch. Se llamaba... ¿Cómo era? —murmuró para sí mismo mientras pensaba un instante—. Megan... No, no era Megan. ¡Regan! Sí, eso era —asintió—. Está loca... Totalmente loca. ¿Sabes qué hizo...?

El muchacho seguía hablando pero la mujer ya no le escuchaba. En sus oídos resonaba la frase que su madre recitaba a veces, firmemente convencida de la verdad que encerraban sus palabras. "El pasado siempre vuelve..."
 

· Media tarde. Liverpool, Inglaterra.

Nevaba copiosamente sobre la ciudad. En el dormitorio de la planta superior, ella miraba sin ver cómo los tejados de las casas vecinas se iban cubriendo por un manto blanco que hacía empañar los cristales; los niños jugaban en la calle a hacer muñecos de nieve o hacían guerras de bolas. En aquel barrio muggle, eran muchos los que adornaban sus casas con luces de colores que parpadeaban por las noches, tiñendo de color por unos días la aburrida vida de las afueras de la ciudad.

Se estremeció al sentir una ráfaga de aire helado que se coló por la ventana y se apresuró a cerrarla. Cogió su manta de snitches bordadas, un regalo que le había llegado aquella misma mañana de parte de su mejor amiga. Casi pudo sentir su olor al envolverse en ella, pero sabía que sólo era la añoranza que sentía.

Se le dibujó una débil sonrisa en los labios al ver todas las cartas de felicitación que había recibido. Se sentía bien sabiendo que había gente que pensaba en ella y la apreciaba.

Bajó las escaleras dudando a cada paso, sujetando la manta a su alrededor mientras se frotaba un brazo. Encontró a su padre en la sala de estar, con la mirada perdida en el fuego de la chimenea y una botella de whisky en la mano.

—Papá... —le llamó con una nota de reproche en la voz.

—Silvana...

Robert se levantó con los ojos abiertos de par en par y una expresión de deleite en su voz al mirarla.

—Papá, soy yo —protestó ella con molestia—. No soy mi madre. Ella no está aquí.

—¿No está? —el hombre parecía confuso. Frunció el ceño al acercarse para mirarla de cerca; no lograba enfocar la vista para verla bien.

—¿Cuántas veces tengo que explicártelo? Se fue hace años, papá, y no va a volver. Ya es hora de que lo superes.

Empezaba a enfadarse cuando le quitó la botella de la mano y la tiró al fuego en un arrebato. Ésta se hizo añicos enseguida y las llamas subieron considerablemente durante un momento.

—Pero tu pelo es como el suyo —murmuró él. No hizo caso de la botella ni del fuego mientras cogía un mechón de pelo entre los dedos.

Cuando vio que los ojos empezaban a aguárseles, supo que era demasiado para ella. Apartó la mano de su padre de un manotazo y se fue corriendo escaleras arriba, tiró la manta a la cama y buscó unas tijeras en los cajones de su escritorio. Acto seguido, se encerró en el baño y se miró en el espejo tratando de controlar su agitada respiración.

No le tembló el pulso cuando el primer mechón negro cayó al suelo. A éste le siguió un segundo, un tercero, y no paró hasta dejar su larga melena reducida hasta la altura de su nuca.

Los ojos celestes le brillaban cuando terminó. Guardó de nuevo las tijeras en el cajón y se puso ropa de abrigo antes de recoger el pelo que había quedado en el suelo y el lavabo, bajó las escaleras y fue de nuevo al encuentro de Robert.

—¡Ahí tienes el pelo de mi madre! —le gritó llena de rabia al tirárselo a la cara. Él se lo apartó sorprendido y luego la miró a ella, pero no dijo nada—. Ahora sigue llorando, me da igual. Me largo de esta maldita casa.

Se fue dejándole allí, aguantándose las ganas de llorar mientras cruzaba el umbral pensando dónde estaría en ese mismo momento la desgraciada de Silvana.


· Hora de la cena. Chester, Inglaterra.

El día de Navidad era siempre especial en casa de los Shaw. Madeleine decoraba la casa con la ayuda de su hija, Keith preparaba los regalos con Bruce, Jack cuidaba de los gemelos...

Ése año era incluso más especial debido a la noticia del embarazo de Maddy. Su hija estaba encantada ante la idea de tener un hermanito más; era la mayor de todos y disfrutaba cuidándoles y jugando con ellos. Habían llegado también los padres de su marido procedentes de Welshpool, donde tenían su hogar, cargados de regalos para los niños. Era una época alegre y dulce, y a Maddy le encantaba.

Apenas media hora antes de la cena había llegado una carta vía lechuza. Hacía tantos años que Maddy no tenía noticias de su remitente, que había perdido toda esperanza de saber de ella de nuevo. La sorpresa fue agridulce, pues aunque no olvidaba las condiciones en que Silvana se había ido, el recuerdo de su vieja amiga era permanente en su mente.


Querida Maddy,

"El pasado siempre vuelve". ¿Recuerdas esa frase? Mi madre solía decirla tantas veces... Y sólo hoy he comprendido el por qué.

Te debo una disculpa. Pagué contigo una serie de frustraciones que nada tenían que ver con tu persona... Cada día recuerdo el momento en que salí de tu casa; fue la última vez que te vi y no puedo perdonarme haberlo hecho así.

Sin embargo, hay otra razón por la que te escribo. Ya sabes que mi marido tiene un hijo de su anterior esposa, y mi sorpresa fue mayúscula cuando le oí esta mañana hablar de una tal Regan que conoció tras un partido de quidditch. Estoy segura de que has pensado lo mismo que yo: no es un nombre muy común, ¿verdad? Me pregunto si es posible... ¿Acaso tu hija podría saber algo del tema?

El pasado siempre vuelve... Y hoy me ha golpeado más fuerte que nunca. No sé cómo podría explicárselo a Owein si llegara a enterarse de esto...


La carta era más larga, pero el resto sólo eran divagaciones de Silvana acerca de qué pensaría su marido de llegar a saberlo. Al final, todo se reducía a lo mismo: sabía que su mundo perfecto se estaba tambaleando un poco, pero de sus líneas se deducía que lo único que le interesaba de su hija era esconderla para que su marido no se enterara de lo que hizo.

La tiró al fuego sin más y se sentó a la mesa, pero no pudo apartar de sus pensamientos a la pobre Regan durante toda la cena. Sabía que Robert estaba cada vez peor, y no hacía más que pensar en la niña, sola en un día tan especial y sin nadie que se preocupara por ella. Pensó que debía haberla invitado... Bebió un poco de su copa para deshacer el nudo de su garganta y, con un suspiro, aguardó hasta que llegó la hora de desenvolver los regalos.

Por supuesto, los niños enloquecieron sólo ante la idea de hacerlo. Los más calmados eran, como siempre, su niña y Jack, los mayores. Sólo ellos habían heredado su sensatez y calma; el resto, eran igual que Keith.

Sin embargo, el momento quedó aplazado cuando unos golpes resonaron en la puerta. Bruce y los pequeños continuaron abriendo los suyos, pero el resto se detuvo mientras Maddy iba a abrir. No pudo evitar una exclamación ahogada al hacerlo.

En el umbral estaba la niña en la que tanto había pensado esa noche, como caída del cielo. Nunca la había visto con el pelo corto pero, empapada y todo como estaba, no había dudas de que era ella. Al verla temblar de frío y a punto de llorar, no pudo hacer otra cosa que abrazarla prietamente mientras una lágrima de lástima se le escapaba.

REGAN asdfghjkasdasdakd T.T pobreeeeeeeee *llora*.
Desde que conocí a Silvana nunca me cayó bien (?) maldita mujer! Mira que hacerle eso a su hija T.T...la maldigo y espero que todo su mundo perfecto se venga abajo :@....ok ya T.T.
Ame a Will ... *-*U ame todo! *vuelve a desaparecer cantando*