[FAN] El Destino de Ingway [Odin Sphere Fanfic]

El Destino de Ingway

Hace mucho tiempo existía un reino llamado Valentia gobernado por un rey, su hija y sus dos nietos bastardos. Estos habían nacido de una unión prohibida entre la princesa y el líder del reino enemigo. Con lo ocurrido y a causa de su gran amor por su hija, el rey cayó en la locura y la asesinó con sus propias manos. Tras esto sus nietos huyeron aterrorizados del reino, ya que su abuelo planeaba matarlos a ellos también.

Con los años sucedió una tragedia en el reino de Valentia. La ciudad fue destruida y sus habitantes transformados en bestias a causa de una maldición que su propio rey arrojó contra ellos. Los únicos que se salvaron fueron sus dos nietos: Ingway y Velvet, que se habían instalado en el bosque tras su huida.

Ingway era el único que sabía la verdad sobre la destrucción de Valentia, y a pesar de ello decidió no contárselo a su hermana. Tras la muerte de su abuelo ambos príncipes regresaron a la devastada ciudad para intentar ayudar a su gente a volver a ser personas de nuevo. Cuando llegaron a Valentia encontraron que los ciudadanos transformados en bestias, habían construido un pueblo bajo tierra para resguardarse. Allí les dieron una carta en nombre de su madre donde esta presagiaba la muerte de los gemelos. Estos quedaron atónitos ante aquello; Velvet apoyó que eso había sido una mentira de su madre para salvarlos de su abuelo, el rey; Ingway, por otro lado, se llenó de odio e ira al enterarse, y decidió irse durante unas horas para estar solo.

Después de un tiempo Ingway se enteró de que su hermana Velvet se encontraba con el príncipe de otro reino. A Ingway no le gustó nada esa idea y decidió arrancar una hoja de un libro familiar, donde decía como lanzar la maldición que padecían sus ciudadanos, para lanzársela al tal príncipe Cornelius. Después de lanzarle la maldición sin que lo supiera, Ingway quedó con Velvet en el bosque, haciéndose pasar por Cornelius para dejarla. Cuando Ingway, transformado en Cornelius, esperaba la llegada de Velvet, se encontró que este lo estaba persiguiendo.

- Uhm... ¿Qué haces tú aquí?- Dijo Ingway cerrando los ojos con una pequeña sonrisa.
- ¿¡Quién eres!? ¿¡Y por qué estás en mi cuerpo!? - Gritó Cornelius irritado, ya que había escuchado que su propósito era romper con Velvet estando en su cuerpo.
- Uhm... - Ingway volvió a cerrar los ojos y a reír, mientras se transformaba en Velvet.

Cornelius se quedó atónito al ver que el que se estaba haciendo pasar por él era... ella.

- ¿Qué te ocurre? ¿No te lo esperabas? - Contestó Ingway convertido en Velvet, con una leve sonrisa.

Ingway le atacó con una de sus cadenas y Cornelius lo esquivó dando un gran salto hacia atrás, dando comienzo a una batalla.
Cada movimiento que hacía mientras combatían conseguía que Cornelius ya no estuviera tan convencido de que fuera ella de verdad, le resultaba extraño, cada vez más extraño.

Por fin Ingway cayó al suelo, apoyándose con las dos manos, y soltando una pequeña risa mientras se transformaba en sí mismo.
- ¿Y ahora qué? ¿Me vas a matar? - Dijo Ingway sentado en el suelo riendo con tono irónico y añadió: - Velvet está llegando... ¿Seguro que quieres abrazarla con las manos manchadas de la sangre de su hermano gemelo, y causarle el gran dolor de perder a la única familia que tiene?

- ¡Se lo diré! - Contestó Cornelius preocupado. - ¿A quién iba a creer? ¿A un monstruo o a su hermano gemelo? Si la valoras de verdad, huye y no le digas nada de esto.

Cornelius huyó después de quedarse dudando, e Ingway se levantó del suelo al ver que llegaba la chica.

- Ingway, ¿dónde te habías metido? Te he estado buscando. - Preguntó Velvet preocupada.
- Sólo daba un paseo por el bosque. - Contestó Ingway como quien no quiere la cosa.

Mientras Velvet le quitaba las cadenas de las manos le decía:

- No vuelvas a quitarme mis cadenas sin mi permiso.
Después de eso, Velvet se fue e Ingway no dudó en salir nuevamente al bosque, donde se encontró a los Tres Sabios: Beldor, Urzur y Skuldi, conocidos por ser los magos de tres reinos.
A Ingway le extrañó la presencia de aquellos ancianos en ese lugar, no comprendía qué podrían hacer allí.

- ¿Qué hacéis aquí? - Preguntó Ingway, extrañado.

- Mm... - Contestaron al unísono.

- Os he preguntado que qué hacéis aquí. - Dijo Ingway alzando la voz y vocalizando.

- ¡Ahí está el libro! - Gritó Skuldi.

- ¡Belial, mi sirviente, ve a por él! - Gritó Beldor.

Ingway sacó su sable del bolsillo y se lo clavó por detrás mientras saltaba, pero al caer, uno de los magos lo convirtió en rana. Después, los Tres Sabios salieron huyendo.

- ¡No puede ser! ¡Me han convertido en una rana! - Gritó Ingway irritado.

Ingway fue a guardar el sable en el bolsillo, pero cuando miró, se encontró que el libro de la familia había desaparecido y que solo quedaban las hojas que él mismo arrancó, las de la maldición. Tenía que recuperar ese libro, tenía que vengarse. Decidiendo salir en busca de los Tres Sabios, se dirigió primero a las tierras de Ringfairy, donde habitaba uno de los Tres Sabios.

Una vez que había llegado encontró un pantano lleno de ranas. Allí pasaría desapercibido. Se quedó un rato por los alrededores y pensó en lo sucedido. Mientras iba saltando por el pantano, divisó un hada a lo lejos y fue hasta ella, pero antes de llegar a su lado saltó cerca de sus pies. El hada se asustó y se le cayó el arma que llevaba hasta el fondo del pantano: una ballesta.

El hada se llevó las manos a la cabeza cuando vio como su ballesta desaparecía rápidamente entre el agua cristalina.

- ¡Oh... no! ¡La ballesta de mi madre! - Dijo ella preocupada, sacudiendo la cabeza. - ¡Rana estú****! ¿Cómo pudiste hacer eso? - Gritó irritada.

- ¡Eh... yo no tenía intención! Se te cayó a ti. - Dijo Ingway frustrado. - Aunque podemos hacer un trato...

- ¡Recupera mi ballesta! - Gritó el hada.

- Vale... yo recupero tu ballesta y tu a cambio... - Dijo Ingway con entusiasmo.

- Yo... yo... ¡Dejaré de cazar ranas! - Dijo el hada.

- Esto no vale la pena... estoy perdiendo el tiempo... – Suspiró Ingway al girarse para irse. Ella no le daría lo que quería.

- ¡No, espera! - Gritó el hada.

- ¿Qué me darías a cambio? - Insinuó Ingway.

El hada bajó las manos y la cabeza, y dirigió su mirada a Ingway mientras le decía: - Yo... yo... te concederé un deseo. - Dijo el hada, vergonzosa.

- Vale... - Dijo Ingway mientras se tiraba a buscar la ballesta sin pensarlo dos veces.

El hada se quedó murmurando: “Esa rana... Seguro que su deseo es simple y estúp***.”

Cuando Ingway salió a la superficie, le entregó su arma. - Eh... ¿Es esta tu ballesta? - Dijo Ingway, inseguro.

El hada le arrebató la ballesta de las manos y salió volando instantáneamente. Cuando Ingway se dio la vuelta se encontró a Belial, el dragón, pero como seguía siendo una rana no podía hacer nada y salió corriendo en dirección contraria al dragón.

Cuando Ingway pudo escapar, encontró que el hada estaba siendo atacada por Beldor. Ingway le saltó encima, envenenándolo y él desapareció.

Mientras tanto el hada aprovechó para salir volando.

- ¡Eh...! ¿Qué hay de tu promesa? - Gritó Ingway, desesperado.

Cuando el hada se fue, Ingway intentó perseguirla y llegó al palacio; allí la encontraría.

- ¡Hey! - Dijo Ingway.

- ¿Otra vez tú? - Dijo el hada, exasperada.

- Tienes que cumplir tu promesa. He probado a beberme una poción de metamorfosis, pero no funciona. Yo soy humano, pero Beldor me transformó en rana y ahora no puedo volver a mi estado natural.

- ¿Cómo te puedo ayudar? - Preguntó el hada.

- Me tiene que dar un beso un hada... - Respondió Ingway.

- ¿¡Qué!? - Gritó el hada avergonzada y a la vez asqueada.

- Tú eres un hada de la realeza... tu beso tiene que tener más poder. - Insinuó Ingway poniéndose delante del hada, sacando los morros.

- Uh... - Se asqueó el hada.

- Uhm... ¿La reina de las hadas no puede cumplir su promesa? - Dijo Ingway, decepcionado.

- No es eso... ¡Dame tiempo! - Dijo el hada asqueada y avergonzada.

- Está bien... te daré tiempo. - Dijo Ingway. - Por cierto, de ahora en adelante ¿Te puedo llamar por tu nombre? Yggdrasil. - Dijo Ingway entusiasmado.

- Llámame como quieras. - Dijo Yggdrasil aún preocupada por el beso.

Ingway se quedó en el lugar y vio como Yggdrasil se iba al jardín para hablar con su primo Melvin. Cuando terminaron de hablar, Ingway se acercó y le recordó su deseo por segunda vez, cuando empezaron a escuchar muchos ruidos y gritos en el jardín.
A lo lejos divisaron a Wagner, el dragón temido por todos los hombres. Ingway salió corriendo hacia Yggdrasil para avisarle de lo que se avecinaba, ya que ella estaba un poco alejada de él y de espaldas al dragón, pero Wagner llegó antes. La bestia no reaccionó como Ingway esperaba, le habló a Yggdrasil, aunque parecía una amenaza…
Luego, el dragón se fue destruyendo todo a su paso mientras Yggdrasil salía volando hacia la misma dirección: las montañas heladas. Ingway se dispuso ir detrás de ella; aún esperaba que Yggdrasil cumpliera su promesa, aunque en realidad estaba preocupado por lo que le podría suceder.
Ingway fue a pequeños saltos por las montañas heladas, casi congelado del frío, hasta que encontró la cima, donde estaba Yggdrasil hablando con Wagner. Ingway escuchó que el hada no usaría nunca su ballesta para hacer el mal, solo la utilizaría para vencer el arma del rey del reino enemigo.

- Tu ballesta no podrá vencer a la del rey enemigo… - Dijo Ingway acercándose a Yggdrasil helado de frío y tiritando.

- … - Yggdrasil miró a Ingway preocupada.

- Las ranas no estamos hechas para aguantar este frío… - Volvió a tiritar Ingway. – Me alegro de que estés a salvo.

- ¿Me has seguido hasta aquí? – Dijo Yggdrasil preocupada. - ¡Ranita! –
Exclamó Yggdrasil al tirarse al suelo y coger a Ingway en brazos.

Cuando llegaron a Ringfairy, Yggdrasil se puso a hablar con su herrero después de dejar a Ingway en reposo.

- ¿De verdad quieres enfrentar esa arma? – Se entrometió Ingway al oírlos.

- ¡Ranita! – Dijo Yggdrasil alegre de que estuviera bien. - ¡Tienes mejor aspecto!

Ingway la miró y dijo:

- Ya he entrado en calor. ¡Pero casi me quedo hibernando allí arriba para siempre! – Dijo asustado de solo pensarlo.

- Bueno, supongo que después de haberte salvado, nuestro trato ha terminado. – Dijo ilusionada tras acercarse a él.

- ¡Eso es diferente! – Dijo Ingway con los ojos cerrados. – ¡Nunca te pedí que me salvaras! Me ayudaste porque quisiste. – Ahora ese beso...

- ¿Qué…? – Se alteró Yggdrasil. - ¡Nunca debí haberte salvado! - Dijo volviendo la cara.

Ingway saltó al otro lado y le dijo:

- Bueno, entonces, como recompensa… te hablaré sobre Beldor. Beldor es uno de los tres hechiceros conocidos como los ``Tres Sabios´´. – Le explicó Ingway. – Los tres deben de estar riéndose ahora mismo… Conozco el lugar donde tienen su cuartel general.

- ¿Dónde es?- Preguntó Yggdrasil con incertidumbre.

- En las cloacas del reino vecino. – Contestó Ingway.

- ¿Cómo sabes eso, rana? – Le preguntó el herrero.

- Beldor, uno de los tres hechiceros, me convirtió en rana. – Dijo Ingway enfadado.

Yggdrasil optó por perdonar a Beldor, su antiguo hechicero, para pedirle ayuda, y ordenó que informaran de su visita al palacio.

- Ejem… Eso no es muy buena idea… - Murmuró Ingway cuando Yggdrasil ya se había ido.

Yggdrasil se encaminó al palacio con Ingway y con dos hadas de su ejército.
Pero cuando llegaron al reino… llevaron a Yggdrasil y a Ingway por las calles, en vez de llevarlos directos al palacio.

- Esto no pinta muy bien… parece una trampa. – Dijo Ingway dirigiéndose a Yggdrasil.

- ¿Por qué iba a ser una trampa? Vengo a pedirle perdón… - Dijo Yggdrasil desconcertada.

- No todos te ofrecieron lealtad y protección para siempre… no todos son honestos como tú. – Le dijo Ingway a Yggdrasil.

De pronto se llevaron a las dos hadas del ejército que llevaban con ellos, y empezaron a atacarlos.

- ¡Te dije que sería una trampa! – Gritó Ingway mientras saltaba esquivando a los enemigos.

- ¿Pero cómo…? Si solo venía a perdonarlo. No entiendo cómo puede rechazar mi oferta. – Dijo Yggdrasil, indignada.

Beldor apareció de pronto ante ellos y volvió a desaparecer.

- Tenemos que ir hacia las cloacas, tiene que haber ido allí. – Dijo Ingway pensando en vengarse.

Yggdrasil dio un disparo hacia los enemigos y fue con Ingway hacia las cloacas, pero cuando llegaron allí no había nadie, solo enemigos con los que luchar. Ingway propuso entrar hacia la parte más profunda, que era realmente donde solían estar.

- ¡Allí está! – Gritó Ingway señalándolo.

Yggdrasil se acercó a Beldor y empezó a proponerle volver.

- Hagamos un trato Beldor – Dijo Yggdrasil decidida. – Como te informaron mis mensajeros, perdonaré tus crímenes si aceptas las condiciones… Muéstrame el camino al Inframundo. – Dijo Yggdrasil mirando fijamente a Beldor, sin dejar de apuntarlo con la ballesta.

- Reina Yggdrasil… Vuestro coraje, ambición y pureza son grandes virtudes… pero sois una líder mediocre. – Dijo Beldor, inclinado por la vejez, con una mano en su larga barba; que le llegaba hasta las rodillas, y la otra en la espalda. - Pecáis de imprudente, sois descuidada y además resulta sencillo engañaros. – Se atrevió a decir Beldor.

- ¿Significa eso que no me ayudarás? – Dijo Yggdrasil con tono inocente.

Beldor se quedó callado un momento y luego dijo:

- No sería mala idea dejar que las hadas y el rey enemigo se aniquilaran mutuamente… pero tengo un asunto urgente que requiere mi atención. Hasta entonces, permitidme que genere un poco más de caos y confusión sobre Ringfairy. ¡Quieta! ¡No te muevas! ¡Ven Belial! Devora a esta pequeña hada.

Belial se echó hacia atrás y no obedeció las órdenes de Beldor.

- ¿Qué haces? ¿Es que no lo entiendes? ¡Tienes que obedecer mis órdenes! – Gritó Beldor girándose hacia Belial y lanzándole un hechizo que le provocaba mucho dolor.

- ¿Cómo puedes obligar a alguien a obedecerte? – Dijo Yggdrasil mientras Belial rugía de dolor.

- Para un dragón es un honor estar a las órdenes de un Sabio.

Belial cayó al suelo de dolor e Yggdrasil le dio un disparo a Beldor mientras decía:

- ¡Retiro mi oferta! Ya no deseo perdonarte. - Yggdrasil apuntó nuevamente a Beldor con su ballesta. - Este final me gusta más.

Beldor la escuchó y volvió a desaparecer.

- Belial… - Dijo Yggdrasil con tristeza y con la mano en el pecho mirando a Belial.

- No te preocupes por mí… me preocupé por los humanos y mira mi destino… - Dijo Belial entristecido, tirado aún en el suelo.

- ¡No dejaré que se escape! ¡Beldor! – Se fue gritando Yggdrasil.

Beldor estaba hablando solo en lo más hondo de las cloacas.

- Skuldi aún no ha vuelto de hablar con la reina del Inframundo…

- Y Urzur parece muy ocupado con el rey… es una suerte que no estéis juntos. – Dijo Ingway que estaba persiguiéndolo.

- ¡Cómo te atreves, rana inmunda! – Gritó Beldor volviéndose para mirar a Ingway.

Beldor tenía a todos los del reino engañados, y cuando vinieron les dijo que Yggdrasil era la que había causado tanto caos.

- ¡Quietos ahí! ¡Ella no ha hecho nada! – Gritó Ingway.

Pero los soldados no lo escucharon y siguieron adelante con su misión de ejecutarla.

Ingway e Yggdrasil derrotaron a todos los soldados e Yggdrasil estaba luchando contra Beldor; que desaparecía y aparecía cuando quería.
Ingway no aguantó más y decidió vengarse de una vez por todas, lanzándole la maldición de la que padecía todo su reino.

- ¿Y ahora qué, hechicero? Ya no volverás a usar tu magia. – Dijo Ingway mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara por haber podido vengarse. – Nunca volverás a ser humano.

- ¿Cómo? Tú eres… el… prínci… - A Beldor no le dio tiempo de decir más porque Ingway se abalanzó sobre él de cabeza, cayéndolo al suelo. - Creo que me he pasado. Incluso con mi forma de rana he sido capaz de lanzar ese hechizo. – Dijo Ingway cansado y tirado en el suelo.

- Ranita… - Dijo Yggdrasil dirigiéndose a Ingway.

- Beldor acabará sus días convertido en una esmirriada bestia. – Dijo Ingway sosteniéndose con las dos patas delanteras con cada vez menos fuerza. – Mi trabajo aquí a terminado… ahora vete antes de que se despierte.

Yggdrasil se agachó y miró a Ingway con los ojos tristes.

- Mírate…

- El hechicero ha sido derrotado… Buen trabajo, Majestad… Ten cuidado, aún podría envenenarte.

Yggdrasil le puso la mano encima, lo miró y se agachó dándole un beso en la cabeza. Entonces salió un destello de luz y allí estaba, Ingway con su pelo rubio reluciente y corto, con un gorro con una gran pluma dorada... y con sus ojos cerrados y una pequeña sonrisa en los labios. Yggdrasil estaba a su lado atónita, con las manos en la cara y de color roja como un tomate, no dejaba de mirarlo.
Ingway abrió los ojos y alzó la vista mientras se levantaba del suelo. Pero Yggdrasil no dejaba de mirarlo sonrojada.

- Reina Yggdrasil… Te doy las gracias – Dijo Ingway dándole la mano a Yggdrasil para que se levantara del suelo.

Yggdrasil se levantó todavía sonrojada, mirándolo y sin soltarle la mano y
tartamudeando dijo:

- E… eres…

- El príncipe de Valentia. – Dijo Ingway mirándola y sin soltarle la mano. – Al fin puedo mostrarte mi verdadero aspecto. Ahora he de despedirme de ti.

Ingway le soltó la mano a Yggdrasil y alzó la vista.

- ¿Qué?... – Dijo Yggdrasil desconcertada. – Pero, espera…

Ingway ya se estaba yendo… pero al escuchar su voz se paró.

- Yo, yo… No podré lograrlo sin ti…

- … - Ingway no dijo nada y se volvió. - ¿Habéis venido aquí para vengaros?

- ¿Perdona? Bueno… Sí, por supuesto. – Dijo Yggdrasil confundida.

- Como reina tenéis responsabilidades. Yo también tengo mis obligaciones. – Dijo Ingway con la mirada triste.

- … - Yggdrasil se quedó callada.

- Deseo protegerte, pero no puedo concederte ese deseo. – Dijo Ingway agachando la cabeza. Ingway se acercó. - Aún veo dudas en tu corazón… pero serás una buena reina. Eso me recuerda algo… Debes continuar sola.

Ingway la miró, se dio la vuelta y prosiguió su camino.

- ¡Espera! Ni si quiera sé tu nombre… - Dijo Yggdrasil sonrojada y triste.

Ingway se paró de nuevo y dijo:

- Soy…Ingway – Dijo despacio. – Nos veremos de nuevo. – Dijo Ingway mientras salió corriendo y se fue.

Yggdrasil se quedó de pie con la mano en el pecho y repitió:

- Ingway…

Ingway llegó al bosque, se sentó y se puso a pensar:

- No sé porque me preocupo… por ella.

Ingway empezó a recordar aquella vez… cuando estaba convertido en rana y decidió convertir al ejército en ranas para que no le hicieran daño a
Yggdrasil. Y empezó a pensar en todas aquellas veces que estuvo con ella.
Cuando lo salvó en las montañas…
Ingway se preocupaba por lo que podía pasarle sola… tenía esperanzas en que ella podría y no fallaría en su misión… pero se le venía a la cabeza… que también podría fallar…

Cuando pasó un largo tiempo…

Ingway fue a enfrentarse en la batalla final… fue a derrotar a su abuelo, que había salido del Inframundo… todos habían salido de aquel horrendo lugar no se sabe como…

Ingway se iba a atrever a luchar contra su abuelo convertido en Darkova: una bestia de seis ojos, parecida a un perro gigante con tres cabezas. Darkova es el efecto de la maldición que su propio abuelo le echó.

Cuando Ingway iba en camino…

- Argh… - Dijo Ingway con dolor. – El hechizo de Darkova aún me afecta… Sabía que esto ocurriría… No puedo soportarlo. Soy como un lobo, el hambre roe lo más profundo de mi ser… Ni si quiera tú, Velvet, estás a salvo de mi. Mi fin está próximo… Pero no puedo pudrirme así sin más.

Ingway vio a su abuelo intentando reanimar el fin del mundo con sus poderes.

- Qué visión más lamentable… Así que esto es lo que queda del antiguo rey de Valentia…

- Ingway… ¿Estás… vivo? Aún sigues escondiéndote, cobarde.

- ¿Acaso te crees mejor? Huiste del Inframundo…

- Que impertinente… Cuesta creer que por tus venas corra mi noble sangre.

- ¿De veras? Creo que nos parecemos mucho. Ambos compartimos la misma ansia de poder.

- ¿Poder? ¿Qué poder puede poseer un crío como tú?

- Deja que te muestre a Darkova.

- No es posible…

- Voy a convertir tu preciado Caldero en chatarra.

- ¿Estás dispuesto a luchar hasta la muerte?

- Así es. ¿Decepcionado? El príncipe cobarde que una vez destruyó su país sacrificará su vida para salvarlo.

Ingway empezó a crecer y a convertirse poco a poco en aquella bestia horrenda… para destruir a su abuelo y evitar el fin del mundo. Pero… no pudo controlar a aquella bestia… Su abuelo lo controló a él e hizo que empezara a destruirlo todo a su paso.

Yggdrasil llegó volando para derrotarlo y que no pudiera destruir nada más…

- Eres tú el que está sembrando tanto caos ¿no?

- Ygg… dra… sil… - Consiguió decir Ingway, estaba controlado pero aún quedaba algo de él que se podía salvar…

- ¿¡Ingway!? ¿¡Eres tú!? – Gritó Yggdrasil bajando el arma.

- Argh… n… o…. pu… edo… contro… larlo. ¡Destrú… yeme! – Gritó Ingway con dolor y cada vez con menos control de su cuerpo.

Yggdrasil decidió luchar contra él para poder liberarlo.

- ¡Te salvaré! – Dijo Yggdrasil cerrando los ojos al caerle una lágrima.

A Ingway se le fue el control absoluto y no pudo aguantar más, hasta que atacó a Yggdrasil… Empezaron a luchar… Yggdrasil desde los aires e Ingway desde la tierra… y después de una pelea encarnizada, Ingway cayó al suelo con su cuerpo normal, ya herido, pero aún podía moverse. Yggdrasil cayó al suelo, pero ella sin poder moverse…

Llegó Beldor y cogió al hada por el cuello, levantándola del suelo.

- ¡Dilo! ¿¡Dónde está el Caldero!?

Ingway se levantó y le clavó el sable por la espalda antes de acercarse corriendo y se tirarse al suelo para coger a Yggdrasil en sus brazos.

- Lo siento tanto… ¿Estás herido? – Preguntó Yggdrasil dolorida.

- No hables… Shhh, no te preocupes. Descansa… Llamaré a las hadas.

- ¡No… no te vayas!

Ingway se sorprendió, sentía que la estaba perdiendo.

- Tengo tantas cosas que contarte… ¿Sabes qué? Derroté al reino enemigo…

- Lo sé, me lo dijeron. La reina de las hadas guió su ejército hacia la victoria. Lo hiciste muy bien.

Yggdrasil sonrió y cerró los ojos con dolor.

- Yggdrasil…

- No te rías ¿vale? Ingway… Realmente me preocupo por ti… Me importas mucho… Muchísimo, tanto que... no puedo estar sin ti - Dijo Yggdrasil con una lágrima corriéndole por la cara.

Ingway la miraba con tristeza en los ojos, y volvía a sentir aquella sensación de antes…

Yggdrasil se convirtió en energía brillante que se dispersó por el cielo… Solo quedaba su ballesta… Ingway se quedó mirando sus manos vacías.

- ¡No! Oh, dioses del cielo, matadme… ¡Aniquiladme, os lo ruego! Yggdrasil… No puedo soportarlo… ¿Sabes lo doloroso que es para mí ver esto? Mi destino está maldito… No puedo corresponder a la pureza de tus sentimientos… Ahora me doy cuenta de lo que mi corazón ha estado tratando de decirme hasta ahora…

-¡Te quiero!

Después de todo lo ocurrido… Ingway no esperó ni un segundo para ir a encontrar el camino hacia el Inframundo, ya que para él… sin Yggdrasil… no tenía ninguna razón de vida… no tenía más familia que su hermana Velvet… y ella había desaparecido… él pensaba que podría haber muerto pero… confiaba en que estaría viva… ya que ella era la única que podía parar el Caldero; una máquina gigante, donde aguardaría el último dragón y cuando saliera, llegaría el fin del mundo.

Ingway no tenía ni idea de cómo llegar hasta el Inframundo, pero tenía claro que llegaría como fuera…

Ingway fue a la entrada del Inframundo y se abalanzó contra ella, pero esta no lo dejó pasar, lo tiró al suelo de espaldas, ya que estaba protegida con una barrera que solo dejaba pasar a los muertos.

Ingway no podía pasar y eso lo ponía furioso, él deseaba con todo su corazón entrar allí y sacar a Yggdrasil de aquel sitio. No podía quedarse allí parado, tenía que salvarla, porque sin ella la vida no tendría ningún sentido.
Ingway se sentía impotente al no poder pasar…

- ¡Yggdrasil………..! – Gritó Ingway mirando al cielo, con los puños cerrados y por la cara le cayó una lágrima.

Ingway volvió a intentarlo y se abalanzó contra la puerta gritando. Otra vez lo volvió a tirar… Pero no se rendía, ni se rendiría, seguiría intentándolo hasta que lo dejara pasar y sacarla de allí.

- ¿¡Qué quieres que haga para poder pasar!? ¡Lo que sea! – Dijo Ingway cayendo de rodillas al suelo…. Sin poder hacer nada más.

Ingway decidió coger con la mano derecha su sable del bolsillo… lo alzó y encaminó su mano derecha temblando, al cuello… Se estaba acercando una muerte, las hellas; sirvientes del Inframundo con un hacha en la mano. Se acercaban y llegaba una oscuridad que rodeaba a Ingway…Entonces escuchó su dulce voz…

- ¡No lo hagas Ingway!

Ingway reaccionó, bajó el sable… tirándolo al suelo y levantó la cabeza, sorprendido de escucharla. Salió una luz despejando toda aquella oscuridad.

- Yggdrasil… ¿¡Dónde estás!?

Ingway volvió a salir corriendo contra la barrera… pero esta vez… tuvo éxito, destruyó la barrera en mil pedazos y por fin pudo entrar. Llegaron muchos muertos de allí dentro para atacarlo pero él iba corriendo y arrasando todo a su paso, ahora no le importaba nada… absolutamente nada… solo salvar a Yggdrasil.

Ingway llegó a un lugar oscuro y siniestro, solo se veían las hellas, avanzó un poco más… y encontró a otras hellas con Yggdrasil en las manos… ya había muerto, pero todavía no habían hecho el juicio final.

Ingway salió corriendo insólito hacia aquellas hellas, y las espantó a todas. Ingway vio que Yggdrasil estaba como dormida… no hablaba y tenía los ojos cerrados… Él conservaba la esperanza de que cuando salieran de allí… abriría los ojos. Ingway la cargó y se fue corriendo con ella en brazos.

Antes de llegar a la entrada del Inframundo, se encontraron con un ejército de hellas y de muertos que había mandado la reina del Inframundo para que no salieran de allí.

Esta vez era más difícil deshacerse de ellos, ahora habían venido muchos más que antes. Ingway no sabía cómo librarse de ese ejército que había mandado la reina, empezaron a atacarle, Ingway intentaba defenderse con su sable… pero eran demasiados, y aún estaba herido de la pelea de antes y cada vez tenía menos fuerza… hasta que cayó al suelo con Yggdrasil en los brazos…

Cuando estaban en el suelo los enemigos empezaron a atacarlo… y de
pronto… Salió un destello de luz de Yggdrasil, que hizo que todos los enemigos salieran por los aires.

Ingway despertó en ese momento, se quedó atónito al ver que ya no quedaba ni un solo enemigo del ejército. Así que cogió a Yggdrasil y por fin salieron del Inframundo.

Ingway se llevó a Yggdrasil consigo al bosque, donde él vivía, se la llevó a un lugar en frente de un río y la colocó cuidadosamente contra el árbol, mientras él se sentaba a su lado y esperaba a que despertara.

Como Ingway sabía que ese lugar era seguro, dejó a Yggdrasil sola y fue a donde había muerto… cuando llegó encontró que allí había nacido un árbol, y ya había hierba por todas partes, Ingway se sorprendió mucho porque antes todo eso era desértico.

Ingway decidió volver con Yggdrasil, para ver si ya había despertado.
Cuando llegó vio a Yggdrasil en el mismo sitio. Ingway ya se estaba asustando y se acercó cara a cara a Yggdrasil… en ese momento ella abrió los ojos de par en par.

- Por fin has despertado… - Dijo Ingway sonriendo y a unos pocos centímetros de la cara de Yggdrasil.

Yggdrasil sonrió ladeando la cabeza, mientras que Ingway se despegó y le estrechó la mano. Yggdrasil le dio la mano sonriendo y se fueron por la espesura del bosque agarrados de la mano viéndose como dos rostros se acercaban lentamente el uno al otro.

El mundo está destruido... solo queda este bosque...pero estaba escrito que mi destino... estubiese junto a ella... Yggdrasil.