[ORIG] Fragmento de Trifollium

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Aquel era el hospital en el que yo había sanado, y al que aún de vez en cuando tenía que regresar para hacerme unos chequeos, por eso saludaba a cada enfermera y doctor que me resultaban conocidos, algunos incluso nos paraban para preguntarnos por mi salud y para decirme lo grande y guapo que me había puesto desde la última vez que me habían visto, que podía ser mucho o podía ser poco, pero la unanimidad en opinión siempre era la misma...
Finalmente llegamos, habitación 183, Audrey y Mike parecían dudar de lo que iban a hacer, ya que allí se quedaron clavados frente a la puerta y no parecía que fueran a reaccionar.
Tal fue así que yo mismo, impaciente, avancé mi silla y golpeé la puerta con los nudillos, para nada más que avisar que iba a entrar.
No recibimos respuesta alguna del interior, yo tampoco lo esperaba. De reojo vi como ellos dos estaban claramente nerviosos, y antes de que tuviera que inclinarme para girar el pomo de la puerta lo hizo Mike, siendo el primero en pasar.
-Váyanse, no quiero ver a nadie. –era una voz un tanto chillona, su tono era malhumorado y provenía del interior de la habitación, lo había dicho en cuanto escuchó la puerta abrirse. Mi curiosidad aumentó notablemente.
-Brendan, –comenzó Audrey, con voz suave- queremos presentarte a alguien. –dijo ella, cuando empujaron mi silla al interior lo único que pude ver fue como aquel chico se destapaba la cabeza con la sabana. Al parecer, cuando vio que alguien entraba se había cubierto completamente con ella.
-No quiero ver a nadie. –repitió, obstinado, aunque sin la misma fuerza y enojo en su tono de voz, había desviado la mirada y se lo veía bastante avergonzado.
Era cierto que tenía mi edad, o al menos eso es lo que me parecía a mí.
Para quien no lo sepa, tengo 16 años y llevo 8 de ellos viviendo con mis padres adoptivos. Ahora que me doy cuenta eso es la mitad, vaya, que curioso.
-Brendan, –ahora hablaba Mike, a quien yo miré- este es Louis, –hizo las presentaciones rápido para que el chico no pudiera volver a negarse a conocerme- ambos pasaron por algo parecido, así que pensamos que sería una buena terapia que se conocieran. –aquello pareció convencerlo lo suficiente, porque por primera vez me miró.
Me quedé fascinado, eran los ojos más verdes que había visto en mi vida.
-Louis. –repitió él, en un susurro, como para acordarse. Acto seguido se puso derecho en la cama, quedando sentado y de forma más accesible para mi vista.
Fue entonces cuando me di cuenta. Llevaba un gorro que le cubría la cabeza, bajo el cual no había ni un solo cabello. Tampoco había en sus cejas, ni en sus pestañas.
Brendan tenía cáncer, y saberlo me dejó misteriosamente desanimado.
-Louis. –volvió a repetir, no me llamaba, simplemente se aprendía mi nombre- Soy Brendan. –decidió presentarse y me agradó ese detalle, yo ya sabía su nombre pero que él me lo dijera significaba mucho, teniendo en cuenta lo cerrado que Mike y Audrey decían que era.
No me percaté del momento en el que los dos adultos se habían marchado de la habitación, dejándonos solos.
-Puedes quedarte, –no me miró cuando dijo aquello, habló con un tono importante, como si lo que me acabara de conceder fuera un grandioso honor- pero no te acerques más, ni me toques, ni me respires cerca... –me advirtió, yo estaba solo a unos metros de distancia, y por lo visto era mejor que me quedase allí.
-¿Por qué? –le pregunté, entendía que era un extraño y quizás no se sentía cómodo conmigo allí, pero no llegaba a comprender por qué lo llevaba a ese extremo.
-Porque si me tocas con las manos sucias me moriré. –me pilló totalmente desprevenido, aquella respuesta fue totalmente abrumadora.
Lo que dijo me obligó a mirarme las manos, casi inconscientemente.
“No están tan sucias” Pensé, torciendo el gesto con disgusto, y luego volví a mirarlo.
Me observaba atentamente, como si me estuviera analizando, analizando todos y cada uno de mis gestos, y mis defectos. Me sentía pequeño bajo aquella mirada.
Por extraño que parezca lo que más me llamaba la atención de su cara no era ni la falta de vello ni la palidez de su piel, sino aquellos ojos verdes tan grandes que tanto reflejaban.
Estaba triste y, aunque sus palabras solían decir lo contrario, realmente ansiaba que alguien le hiciera compañía, alguien como yo.
-Me lavaré las manos ¿está bien?
Él asintió lentamente, con los ojos entrecerrados como si no acabara de estar conforme con solo eso. Sin añadir nada más me señaló la puerta del baño de una forma un tanto acusadora, como si hubiese hecho algo malo y me castigaran por ello.
Sin pensarlo más me dirigí hacia allí haciendo girar las ruedas de mi silla, yo no pude verlo pero al parecer eso le disgustó, le disgustó mucho, y su expresión de horror al verme tocar las ruedas quedó a mis espaldas.
Cuando estuve en el interior del baño, al que no me costó acceder, me dirigí directamente al lavamanos, donde abrí el grifo y tomé un poco de jabón para poder limpiar mis manos detenidamente, mientras lo hacía vi a través del espejo como Brendan también entraba y se colocaba directamente detrás de mí, mirando mi cara a través del espejo, al igual que hacía yo.
-No, no, no, mal, mal, mal. –le oí decir algo histérico, como si estuviera regañándome de nuevo por algo malo que continuaba haciendo. De momento no comprendí qué había hecho mal así que me dediqué a mirarlo expectante mientras terminaba de enjabonar y aclarar mis manos- Por mucho que te laves las manos si tocas las ruedas se volverán a ensuciar –quejó insistentemente arrugando el entrecejo y, acercándose de un par de grandes zancadas enojadas al inodoro, empezó a tirar del rollo de papel, envolviéndose las manos con él.
Cuando quedó satisfecho, o más bien, cuando se acabó el papel, sus manos no eran más que un amasijo de papel higiénico de color rosa, a lo cual no pude reprimir una risa.
Mi risa pareció molestarlo, porque arrugó el entrecejo más todavía y se acercó a mí con las manos levantadas a la altura de la cabeza, por un momento pensé que me atacaría por reírme de él, pero no fue así. En cuanto me sequé las manos con la toalla que había junto al lavabo, Brendan agarró la silla y la empujó de vuelta a la habitación, ahora todo tenía sentido, me reí con mas ganas de la actitud paranoica del chico, aunque tenía razón, si tocaba las ruedas volvería a ensuciarme las manos, pero que hubiese armado tanto escándalo solo por eso...

No, no puntos de vista, sino que Louis cuenta unas cuantas cosas más antes de que esto suceda, pero me pareció que para un fragmento era mejor coger la parte mas interesante.