Amigo Invisible 2014 [ACTIVIDAD]

           Katniss es y ha sido una de mis mejores amigas. Recibimos una educación juntas, nuestros padres murieron en el mismo accidente y solíamos ir a cazar con Gale. Cuando ellos dos quedaban, solía apartarme del medio. Los veía demasiado perfectos  y no quería intervenir en esa relación de “amistad con derecho a roce” que tenían. No hablaban de ella, pero se podía percibir. Nuestros caminos no se separaron hasta que Katniss se presentó como voluntaria para Los Juegos del Hambre por su hermana. Yo he tenido la suerte de nunca ser elegida, pero igualmente he acabado en problemas. Más bien, hemos acabado todos en problemas.

“El invierno acababa, la nieve apenas cuajaba y la revolución acababa de comenzar. Me encontraba en el suelo, exhausta, sin fuerzas para continuar, cuando noté cómo dos personas con brazos musculosos me llevaban hacia algún sitio. “Todo está saliendo como planeamos: nuestro sinsajo ha conseguido salir vivo” dijo uno de ellos. ¿Se referían a Katniss? Sinceramente, no lo sé. En esos momentos la cabeza me daba demasiadas vueltas como para ponerme a pensar en algo.
- ¿Dónde estoy? – pregunté.

-Sana y salva, en el distrito 13 – me contestó uno de los hombres.

Vaya, conque además de salir viva, había conseguido escapar del distrito 12. Bueno, del distrito 12 ya no existente. Recuerdo  estar luchando con Gale cuando comenzaron a bombardearnos, a matar a más gente aún, a destrozar nuestro distrito... Porque claro, no basta sólo con ser pobres, sino que también destruyen nuestro hogar.
-¿Y dónde está Gale?
- Creemos que fue con Katniss. La han traido tras haber acabado el vasallaje.

Poco a poco, los pensamientos se estaban ordenando en mi cabeza. Katniss , Gale y yo estábamos vivos. Pero, ¿y Peeta? No tenía más ganas de hablar, por lo que me relajé y esperé a que me llevaran a donde fuese, porque... ¿a dónde me estaban llevando?


Cuando desperté del pequeño sueño que había echado reconocí perfectamente la voz de Prim. Levanté un poco la cabeza y observé que parte de mi cuerpo estaba vendado.  Al verme examinar mi cuerpo, la pequeña se acercó a mi:
- ¿Cómo te encuentras? Has estado durmiendo unas cinco horas.

-¡¿Cinco horas?! –  exclamé – si he llegado hace un momento.

-Habrá sido la medicación – dijo entre risas – tienes quemaduras casi en todo el cuerpo, pero son leves y se pueden tratar – comenzó a explicar a la vez que miraba mi cuerpo – tienes numerosos hematomas por los brazos y algún que otro corte en la espalda.

- ¿De verdad que tengo tantas cosas? – pregunté sorprendida.
-Habrás sufrido mucho y quizás ni te acuerdes de la mitad de las cosas por ello – comenzaron a llamarla apresuradamente a la llegada de una avalancha de personas heridas – bueno, te tengo que dejar, luego seguimos hablando – dijo con el tono serio que le caracterizaba cada vez que se encontraba en un aprieto.

Con Prim tuve menos relación en mi infancia, pero fue suficiente como para admirar el don de curar a las personas que tenía. Impresionaba ver cómo una persona con unas manos tan pequeñas podía realizar tales milagros. Observé que, la “avalancha de personas” de antes estaban casi todas muertas. No pude evitar escapar alguna lágrima, lágrima de rabia. El Capitolio era parecido a un infierno, o incluso peor.

Permanecí unos tres días en reposo absoluto, tomando las medicaciones que me traían e intentando relajarme para cuando tuviera que volver a la carga. En nuestro anterior distrito estuvimos realizando entrenamientos y, tras presenciar mis habilidades con el arco y en la lucha (eso sí, no llegaban al nivel de Katniss) me eligieron como una de “las jefas” de lucha. Obviamente, tras unos días de revolución, tuve que sustituir el arco por armas de los agentes de la paz, que eran mucho más efectivas.

Finalmente, conseguí dar mis primeros pasos, algo dificultosos debido a las vendas de las piernas. Dos jefes me llevaron a ver a Katniss. Tras un pequeño trayecto llegamos a una sala apartada, con una gran puerta blindada. Mediante un número secreto consiguieron abrirla y allí estaban: Katniss, Gale y dos personas cubriéndoles las espaldas. La cara de ella no era la de siempre, ni la que trajo al acabar los juegos del hambre: pálida, con pequeños arañazos, pero sobre todo, ausente. Tenía la mirada perdida. Cuidadosamente, me acerqué a ella:
-Katniss, ¿me recuerdas? ¿Sabes quién soy? – nada más formular la pregunta me di cuenta de que era muy absurdo lo que había preguntado.
-Patty...- dijo en un suspiro.

-Están administrándole mucha medicación y numerosos tranquilizantes – comenzó a explicarme Gale mientras ella cerraba los ojos – Peeta está en el Capitolio.

No sé si perdí el equilibrio de lo débil que estaba o de lo que acababa de decirme Gale. Intenté articular palabra pero el nerviosismo me lo impedía. Vi como Gale clavaba sus ojos en mí fijamente. En ese momento fui consciente de lo que estaba sufriendo: viendo a Katniss postrada en una cama a la vez que no puede besarla por la relación que tiene ésta con Peeta cara a Panem...

...Nos encontrábamos en el tren, dispuestos a salir del Distrito 13, lo que es ahora nuestro nuevo hogar durante una semana, el tiempo justo para recuperarnos e ir juntos a rescatar a Panem del Capitolio. Gale y yo, además de ir acompañados de voluntarios y personas dispuestas a defender sus derechos, iniciamos un viaje del cual no sabíamos el final. Sólo sabíamos que íbamos con el sinsajo, con la chica en llamas que revolucionó doce distritos y que casi destruye un imperio.”


Sentía como alguien me golpeaba el brazo continuadamente sin parar. Poco a poco, abrí los ojos y analicé la situación: con Draco a menos de diez centímetros  y mi violín (con su dragón tallado en un lateral del mango) arropado junto a mí en el sofá.
-Estabas tan aburrida tocando que te has quedado dormida por lo que veo – me dijo Draco con un tono déspota.

- La revolución...las llamas... – dije en alto, aún sin saber que estaba despierta en el mundo real.

-Pero, ¿qué dices? – preguntó indignado cuando comenzó a alejarse.

Coincidió con que Mina pasaba por la Sala Común – pero bueno pero bueno, ¿qué bella durmiente llamada Patty encontramos aquí?

-Creo que me he quedado dormida – afirmé, retomando la compostura y colocando el violín en su funda.

-Ya veo ya veo... ¡pero si nos acabamos de levantar! – dijo entre risas - ¿te parece bien que vayamos ya a desayunar?

-Dejo el violín en la habitación y bajamos – contesté sonriente. Mientras subía las escaleras, me crucé con una chica morena, supuse que de primero. Sonreí al escuchar las palabras que me dijo:
-Te he escuchado tocar el violín, lo haces muy bien. Cuando quieras hacemos un dueto, que tengo una guitarra arriba.

George observaba por la ventana de su habitación como caían los copos de nieve. Llevaba una sonrisa pintada en la cara, una sonrisa que mostraba sus intenciones; iba a ser una noche memorable. Como cada año, celebraban la Navidad en familia; Molly había preparado la cena, y esperaba junto a Artur a que sus hijos bajaran o llegaran des de lejos.
-¿Vamos George? – oyó que le decía Fred des de atrás.
-Sí, vamos. – dijo levantándose de un salto.
Miró a su hermano, que le devolvía la misma sonrisa que tenía él. Su hermano, la persona que más le entendía al mundo, y la persona que le completaba.
-¿Todo listo? – preguntó mirándose alrededor.
-Todo listo. – asintió Fred
-¿Seguro…?
-¡¿A caso dudas de mí?! – dijo haciéndose el dolido.
-Hombre… Des de esa vez que colocaste mal los petardos y casi haces explotar nuestra reserva de Surtidos saltaclases que escondía debajo del arbusto…
-Me has pillado. – dijo Fred riéndose al recordad lo sucedido la Navidad anterior – Bueno, en camino.
Se dirigió hacia la puerta y la abrió de par en par, entonces se dio la vuelta hacia George, que le observaba plantado en medio de la habitación.
-A por ellos. – dijo George mientras pasaba al lado de su hermano y le chocaba la mano.

-George, George cariño. – oyó que le llamaban mientras miraba absorto por la ventana como caían los copos de nieve al exterior.
Se giró hacia el interior de la casa y vio a Angelina que le miraba con una sonrisa dulce; llevaba la chaqueta y la bufanda, y agarraba de cada mano a uno de sus hijos, Fred y Roxanne.
-Venga, ya es hora de salir. Tu madre nos estará esperando con el resto de la familia.
-¿Mi madre? – preguntó George confuso.
-Pues claro, es Navidad, vamos a su casa a cenar.
-Ah claro, es verdad, la cena.
Angelina asintió sonriendo sin decir nada.
-¿Todo listo? – le preguntó a su mujer.
-Sí, todo listo; los niños, yo, y los regalos.
-No, me refería a los petardos.
-¿Petardos? ¿Qué petardos George? – preguntó extrañada – George, no fabricas ni lanzas petardos de los tuyos des de que… des de que…
-Des de que murió Fred. – contestó él secamente como si nada.
Ange le miró con cara de espanto.
-Sí, - dijo el como respuesta a su expresión – una de las cosas que no me he vuelto des de la muerte de mi hermano es amnésico.
Ange suspiró tristemente.
-Bueno, vamos, que no queremos llegar tarde. – dijo George mientras se ponía la chaqueta y cogía las llaves del coche.
Sin decir nada más, los cuatro salieron de casa y se perdieron en medio de la nieve.

Fred y George llegaron a bajo, donde todos les esperaban ya sentados en la mesa. George fue a dejar sus regalos bajo el árbol, mientras Fred se sentaba en la mesa al lado de Ginny.
-¡Feliz Navidad! – dijo éste observando con una sonrisa a todos sus hermanos en la mesa.
George llegó y se sentó entre él y Bill.
-¡Empecemos! – anunció Artur.
Todos se lanzaron a la comida, especialmente Ron, que ya se había preparado todo en el plato antes de que llegaran para no quedarse sin lo que él quería. Ginny empezó a servirse olivas, pero cada vez que ponía una en el plato, la anterior había desaparecido.
-¡Eh! – se quejó mirando su plato vacío y después al resto.
-Fred… - dijo Molly mirándole con cara acusadora.
-¡Yo no he sido! – exclamó el chico aguantándose la risa mientras le pasaba otra oliva por detrás de la silla a su hermano George.
-¿Ah no? ¿Y qué es eso? – dijo Ginny enfadada señalando la operación que llevaban a cabo los gemelos en ese momento.
-Eso ya no es nada. – dijo George poniéndose la oliva en la boca.
-Venga chicos, - les rogó Molly – dejad a vuestra hermana comer tranquila.
-Es que Percy está demasiado lejos. – se quejó Fred.
-Y Bill nos cae bien. – acabó la frase George.
-¿Es que yo no os caigo bien? – dijo Ginny lloriqueando.
Los gemelos se echaron a reír mientras Charlie se levanta e iba a consolar a la pequeña.

Ange y George llegaron a la nueva casa de los Weasley, que era una copia idéntica a la Madriguera original. Todos ya estaban ahí, esparcidos por la sala, saludándose unos a otros. Después de saludarse se sentaron en los sofás y sillones. Harry y Ron hablaban con Percy sobre lo aburrido y pesado que era cuando estaba en sexto y séptimo y era un Prefecto, cosa que él negaba y les hacía mucha gracia a los otros dos. Ginny, Hermione y Angelina charlaban sobre temas de mujeres y reían de vez en cuando; mientras, Audrey le estaba echando un rollo sobre estudios a la pobre Fleur, que miraba con cara de desesperación a las otras tres chicas, deseando poder ir a hablar con ellas. Charlie le contaba a Bill nuevos descubrimientos sobre dragones; Molly y Artur estaban en la cocina, y los niños corrían por la casa jugando.
Molly fue hacia la mesa para dejar el pavo, y les observó a todos sonriendo. Después de darles una ojada y pensar satisfecha en la hermosa familia que tenía y lo feliz que la hacían preguntó de golpe.
-¿Y Fred?
Tardó unos cuantos segundos en reaccionar, y darse cuenta de que Fred no estaba y nunca volvería a estar. Entonces se echó a llorar, y todos se levantaron de golpe y fueron a abrazarla, consolarla, y animarla con palabras dulces; todos menos George, que se quedó observando el fuego con cara seria.
-Ya está, ya está. – dijo Molly entre medio de todos sus hijos, nueras, y yernos – Ya estoy bien, podéis sentaros.
Se secó los ojos y se sopló la nariz, y otra vez sonriendo se sentó junto a su marido en la mesa con toda la familia.
-George, George. – llamó a su hijo, que continuaba en el sofá observando el fuego, y no le hizo ni caso - ¡George!
-Mamá, déjalo. – le dijo Charlie poniéndose en pie e yendo a por su hermano.
Se sentó a su lado y le sacudió el brazo delicadamente para sacarlo de su ensueño. George le miró.
-George, a comer. – le dijo Charlie.
-Sí, claro, vamos. – dijo éste poniéndose en pie y dirigiéndose a la mesa.
Los dos hermanos se sentaron una al lado de otro, y la cena empezó. Todos comiendo, riendo, y charlando animadamente.

Una vez acabo de comer, los Weasley se levantaron y se fueron a sentar en los sofás, sillas y sillones, mientras Molly arreglaba un poco la cocina, y Artur tiraba más leña al fuego. Molly entró y se sentó en un sofá junto su marido, entonces todos los niños se colocaron bien y se prepararon para empezar la entrega de regalos. Fue tan fantástico como cada año, todos daban sus regalos al resto, que los abrían con entusiasmo, y entonces todos reían, charlaban, y comentaban medio gritando alegremente. Después de todo esto, cada uno fue a su habitación a dejar los regalos; y todos volvieron a bajar abrigados y preparados para la sorpresa de los gemelos. Salieron a fuera y esperaron.
George desapareció mientras Fred hacía una gran presentación.
-¡Bienvenidos señores y señoras! ¡Al gran espectácu** de los Gemelos Weasley Fred y George! ¡Verán lo nunca visto, un regalo para los ojos y la diversión! Y por favor, por cuestiones de seguridad, guarden sus varitas y no las saquen durante todo el rato. Gracias.
Dicho esto desapareció también a ayudar a su hermano, mientras todos los otros aplaudían a la espera. De golpe los dos llegaron corriendo y se pusieron al lado del resto, se agarraron de las manos y apretaron fuerte. Empezaron a salir petardos disparados al cielo, haciendo formas que se movían, cambiaban, e interactuaban entre ellas. Toda la familia miró impresionada el espectácu**, que duró unos treinta minutos, y cuando acabó, empezaron a aplaudir y chillar.

Cuando acabaron de cenar, todos fueron a sentarse ante el fuego, esperando la hora de la entrega de regalos. Eran tantos que ya casi no cabían, todos enganchados, cada uno con su pareja, y los hijos sobre la falda de los padres. Angelina se miró alrededor. ¿Dónde estaba George? Le vio en la cocina, junto a Molly;  ella trasteaba por aquí y por allá, lavando cosas y poniéndolas en su lugar, él la observaba, callado, sin decir nada. Cuando acabó, Molly se sentó junto a Artur en un sillón, y empezó la entrega de los regalos. George, entre todo el ruido de los niños, ansiosos por recibir sus regalos, y los adultos, que comentaban, charlaban y reían, salió de la casa.
En el jardín, George fue al lugar donde durante tantos años él y Fred habían tenido la reserva de todo. Y ahí estaba, un único petardo de color rojo; lo agarró y fue hacia el patio delantero. Al encenderlo un león dorado salió volando hacia el cielo, al petar, se convirtió en un Papá Noel, y después en un muñeco de nieve, y finalmente… Su cara y la de Fred, sonriendo hacia el público.
Después de ver esto, George volvió corriendo hacia el interior de la casa.

Fred había ordenado las cosas y se encontraba en la cama durmiendo. George observaba por la ventana de su habitación como caían los copos de nieve.

Ya se habían entregado todos los regalos, y todos se encontraban charlando alrededor del fuego. George, apartado del resto, observaba por la ventana como caían los copos de nieve.


Bueno Fabi, o más bien, como te conozco yo, Susan   Espero que te haya gustado la historia, recuerda, esta historia es tuya y solo para ti. ¡Feliz amigo invisible! ¡Besos!