[FAN] Tormentas sobre el Mar [Fic largo de One Piece]

Mientras Lucy pasa la página de nuestro nuevo comic, yo no puedo evitar fijarme en la última viñeta. Luffy se carga un barco de la Marina y unos quince marines salen volando por los aires. Suspiro.

-Me dan un poco de pena los pobres marines. -Le digo. -No sé, se los cargan a docenas en cada tomo, y eso que supuestamente sin los defensores del bien.

Lucy me mira y se encoge de hombros, divertida. -One Piece es de piratas, por tanto los marines son los malos. Y si nos mataran a los protas, se acababa la historia.

Yo muevo un poco la cabeza, no muy convencida, antes de volver a la carga. Aún me quedan argumentos.

-¿Y Coby? Por ponerte un ejemplo, ¿que me dices de él? Es marine y es un buen tipo.

Mi amiga suelta un ruidito indeciso y yo sonrio. Por ahora he ganado la discusión.

Mi nombre es Taya Miryam Reila, aunque mis amigos me llaman Mir. Como lo de Taya no suelo decirlo, para muchos simplemente soy Miryam Reila. O Reina, para los duros de oido, los extranjeros y los que me pillan sin ganas de corregirles. Lucy, por su parte, es mi mejor amiga. Compartimos color de pelo, ojos y adoración por One Piece. Y ahí creo que se acaban las semejanzas. Yo soy una gran amante de la lectura, adoro escribir. Ella, no. Y lo que soy de seguir las reglas a rajatabla, va a ser que tampoco lo compartimos. Pero allá cada cual, nos entendemos, y nadie mejor qe nosotras para celebrar la salida de un nuevo volumen de One Piece.

Cuando me duermo, nuestra conversación aún resuena en mi cabeza.

Un rayo de sol, tranquilo y perezoso como un gato con la tripa llena, es el encargado de despertarme. Pero no le dedico un solo pensamiento, porque mientras me pongi el reloj a toda prisa (no me gusta dormir con él puesto) lo único que cruza mi mente son maldiciones destinadas al despertador. Al cacharro ese al que se le acaban las pilas cuando más te hace falta.

De todos modos me estiro, o hago el gesto, porque en el momento en que miro a mi alrededor me quedo parada en el sitio. Esta no es mi habitación. No tengo despertador, no reconozco los libros de las estanterias, las paredes son blancas, las sábanas azules y lo más gordo de todo:sobre el escritorio, encima de mi diario (que tampoco debería estar ahí) hay una bandera blanca con una gaviota azul pintada. Un estandarte de la Marina, de esos que tanto he visto en One Piece.

Durante unos segundos me quedo totalmente quieta, sin saber qué hacer. Luego mi reacción me sorprende hasta a mí. Salto de la cama en la que me encuentro y, sin perder de vista la puerta, voy a mirarme en el espejo de cuerpo entero que está en un rincón, junto al armario. No puedo creerme lo que veo allí. Reflejada hay una versión mía bastante musculosa, un poco más alta, con el pelo justo hasta los hombros (¡mi melena, mi preciosa melena!) y con una forma física envidiable. Me muevo un poco para asegurarme de que es mi reflejo y mi yo reflejo me imita a la perfección. Me miro los dedos para ver si estoy soñando, pero todo parece perfecto. Incluso me pellizco y me duele.

Estoy demasiado flipada para reaccionar, pero así, como un zombi, me acerco a mi diario y leo la última página, varias veces. La letra, mi desastrosa letra, es sin duda mía. Lo que dice no está entre mis recuerdos.

Me habla de una fiesta el dia anterior, celebrando mi ascenso a Teniente, junto con varios nombres que no reconozco. Decido guardar el diario en un bolso blanco que hay sobre la silla, junto a una banda blanca con la bandera marine, que también me llevo. Por si las moscas. Según el escrito, hoy tengo un dia de permiso, así que tengo tiempo para averiguar si estoy en serio en el mundo de One Piece, y, más importante, si me he metido a marine. Pero en pijama no voy bien, así que abro el armario. Allí me encuentro con varios conjuntos con el logo de la Marina, uno de gala, uno de recluta y uno que parece nuevo. Ah, y unos vaqueros que me pongo sin darle más vueltas. Me sientan perfectos, podría hasta jurar que esta ropa es mía. Aunque sobre la katana que hay colgada en un rincón tengo mis dudas. Curiosa, la levanto con cuidado y la desenvaino. Pesa menos de lo que pensaba. En ese momento me vienen a la mente una serie de movimientos que ejecuto sin pensar, y sin que me tiemble el pulso. Esto es cada vez más raro.

Decido no salir por el momento y leer "mi" diario. A medida que leo (por lo visto lo empecé hace un año, cuando me uní a la Marina) me confundo aún más. Por lo visto tomé la decisión de alistarme hace dos años, y cuando tuve la edad no dudé ni un segundo. Por mi esfuerzo y dedicación el Comandante Rallion propuso mi ascenso de hoy. Por lo visto, el tal Rallion me cae bien. Es un tipo justo, dedicado. Lo describo como un hombre musculoso, de unos cincuenta, mi mentor y maestro de esgrima. También leo unos cincuenta nombres y rangos más, que decido no memorizarme aún.

De pronto me viene a la mente una cosa. Movida por un presentimiento rebusco bajo la almohada, asustándome cada vez más, hasta que toco un bulto mas o menos cuadrado. El último tomo de One Piece, el que compré ayer con Lucy. Me da un vuelco el corazón. Si eso está ahí, significa que quizás si haya existido una vida en la que leía comics e iba al instituto.

Un breve pitido procedente de un reloj de pared que no había visto antes me avisa de que son las diez. ¿Que debería hacer? Opto porver que más tengo, y encuentro una mochila bastante grande de color marrón y blanco. La katana cabe allí perfectamente, así que pongo dentro el bolso, el comic de One Piece y una cartera que encuentro rellena de monedas con una especie de B dibujada. Vale, esto son Bellies. Adiós a mis esperanzas de no estar en el mundo de mis comics preferidos. Porque mientras una parte de mí grita de emoción, la otra también grita, pero de terror.

Cuando me tranquilizo del todo son las diez y cuarto, y para entonces yo ya tengo un plan que no tardo en poner en marcha. Vestida como una civil y con la mochila salgo de mi cuarto en busca de la salida, siguiendo las indicaciones que he memorizado del diario. Camino con tranquilidad para evitar que se fijen en mi y tengo suerte, solo me cruzo con un recluta antes de salir de la zona privada. El recluta, un chico que no será mayor que yo, me mira fijamente unos segundos. Y tras un instante de vacilación me dirige la palabra.

-Usted no puede estar aquí. A los civiles no les está permitida la entrada.

Yo me paro en seco, sin saber qué decir, logrando de algún modo poner cara seria mientras pienso a toda velocidad. ¿Debería sacar la banda con el logo de la Marina?

Y entonces el recluta se pone visiblemente nervioso. Da un paso atrás inclinándose.

Yo trato de escuchar pasos a mi alrededor, por si hubiera alguien detrás de mi. Pero no, estamos solos. Y el chico parece saber quien soy.

-Mis disculpas, Teniente Reila. Vestida de civil no la habia reconocido.

Yo asiento y sigo adelante sin responder, casi tan nerviosa como él. Esto ha sido la prueba de fuego de que soy Oficial de la Marina.

Segundos después estoy en la zona civil del cuartel, donde hay un par de cazarrecompensas mirando los carteles. Ambos van armados. Yo echo un vistazo a los rostros del tablón, flipando en colores al verme el cartel de Luffy Sombrero de Paja allí, como si fuera lo más normal del mundo (y quizás lo sea, pero no para mí). Aunque hay algo raro, la recompensa solo pide 30,000,000 bellies, y su recompensa actual es de más de 400 millones. Enseguida caigo en que es una de las primeras que tuvo, por no decir la primera, y mi cerebro trata de situarme en algun lugar de la cronología de One Piece: Acaba de empezar la saga de Nami.

Ahora me falta situarme en alguna ciudad, así que viendo cómo se me pasa el tiempo, opto por salir al exterior. No me cuelgo la espada al cinturón para no llamar mucho la atención... y bueno, porque estoy pensando en otras cosas.

Nada más salir de la base marine me recibe una ciudad bastante pequeña, pero con su encanto. La base por lo visto está en lo alto, por lo que desde aquí tengo una vista impresionante de los alrededores. Mi fánatica mente no tarda en ponerle un nombre: Shell Town. Que ironía que la primera isla que visite como marine fue la primera que visitó Luffy como pirata. Entonces... De inmediato abro mi diario, buscando freneticamente un nombre concreto, o mejor dicho, tres. Helmeppo, Coby y Garp. Estoy a punto de gritar, ¡hay una mención! Y por lo visto hablé alguna vez con Coby, aunque me pareció un poco debilucho. Toma ya. Ahora que sé en lo que se va a convertir, el pensamiento es cuanto menos gracioso.

Eso me lleva a otro punto, uno bastante peliagudo. Tengo que andarme con ojo de no revelar nada a nadie, si algo me han enseñado los manga es que meterse con el tiempo es una mala idea. Suspiro. Y empiezo a bajar hacia el pueblo.

El camino consiste en apenas cinco minutos a paso rápido, tras los cuales me mezclo entre la gran cantidad de gente que hay por ahí. Docenas de tenderetes me confirman que es día de mercado, por lo que me dedico un poco a curiosear, extasiada. Se venden armas, munición, cosas más comunes como frutas, té, regaliz (me compro unas pocas barras), bebidas, productos artesanos... Todo el mundo va armado, por lo que tras darle vueltas durante media hora me cuelgo la espada al cinto. Al principio me desequilibra un poco su peso, pero no tardo en acostumbrarme. Justo entonces, al mirar hacia uno de los letreros, mi mirada choca con una cara que conozco muy bien. Lucy. Ella no me ha visto, pero yo estoy eufórica. ¡Ella también está allí! Quizás pueda decirme lo que pasa, o cómo hemos llegado, o lo que sea. ¡O aunque sea simplemente comentarlo! Si yo flipo solo por estar aquí, no puedo ni imaginarme su reacción. Rebusco por la mochila hasta encontrar la banda con la bandera marine, la única prueba de que todo sea real, pero la escondo en mi puño. Ella está en una mesa de un bar bastante aseado, al parecer esperando algo, o a alguien.

Yo ya estoy a un metro de la entrada cuando alguien me aparta sin miramientos y entra en el bar, armando un escándalo considerable. En la calle se ha hecho un silencio absoluto, mala señal. Son cinco tipos, cuadrados, armados y con cara de cerdos. Decido no hacer nada por un momento, mientras mis sospechas se confirman. Y cuando el más gordo de los cinco insulta al camarero por no tener ron, se presentan como piratas. ¿Pero cómo puede alguien ser tan tonto de ir amenazando a la gente bajo la sombra de un cuartel de la Marina? Hay gente para todo. Para cuando saca la pistola y le apunta la cabeza al pobre camarero, yo ya me he puesto la banda en el brazo. Soy Teniente de la Marina, y aunque estoy aterrada, no soy capaz de ver morir a un hombre inocente. Cojo aire.

-Quieto. Suelta la pistola. -Le ordeno, con una calma que estoy muy lejos de sentir. Las miradas se fijan en mí y en el símbolo de mi brazo, abriendo lugar a una oleada de susurros. El pirata se rie en mi cara.

-¿Quien lo dice?

-La Teniente Miryam Reila. -Pero no soy yo quien ha respondido. Cinco reclutas de la marina (probablemente una patrulla de guardia) entran en el bar, uno de ellos es quien ha dicho mi nombre. Disfruto al ver cómo los piratas palidecen, antes de que el capitán me dispare a la cabeza. Yo logro esquivarlo por muy poco y, con el corazón a mil, desenvaino la katana. Mi mente calcula las posibilidades, pero no voy ni por la mitad que se me tira encima un espadachín que debe medir y pesar al menos el doble que yo. Pero es lento. Esquivo su estocada con un paso lateral y bloqueo su espada con la mía, usando toda la fuerza de mis brazos para no quedarme desarmada. Esa ha sido muy mala idea. No puedo aguantar mucho más, y hago lo que me parece más sensato. Una idea desesperada. Quito mi espada, salto a un lado y me quedo justo junto a él, con mi espada en su cuello. No sé ni cómo lo he hecho, pero el tipo está a mi merced. Los reclutas poco a poco los reducen y esposan a todos, y me miran esperando órdenes. Yo no dudo. Por alguna razón, me siento cómo un pez en el agua.

-Llevaoslos a la base. Mirad si tienen recompensa.

Los cinco reclutas elevan a la vez la respuesta. -¡Sí, señora! -Y la gente aplaude. Porque los Marines somos los buenos, aunque One Piece sea de piratas.

Yo me quito el sudor de la frente y me preguntó qué había venido yo aquí a hacer. Y mientras acepto una bebida del camarero, recuerdo a Lucy. Está en una mesa, junto con tres tipos que no reconozco. Me mira con los ojos desorbitados, y su boca forma una palabra que no llega a pronunciar. "Wow". Sus ojos están fijos en la banda de mi brazo, en mi distintivo.

Y mientras sus compañeros echan mano a sus armas de forma discreta, me doy cuenta de que no decía "Wow", sino "no". Y de que no está impresionada, sino muerta de miedo. Porque Lucy es una pirata.